Redención / Omar Gutiérrez

31.08.2021

El barro se ha clavado a los zapatos

para sellar acuerdos con la muerte

a cada paso acumulado.

Sirven de aluvión

las lágrimas mellizas

de mis ojos parturientos

que al caer al suelo

registran nacimientos

de ríos congelados.

Tras azulado espejismo,

envuelvo el cuerpo de las horas

con el manto de vómito

que me hereda el país bajo las aguas

de la deuda anquilosada

anquilosada a la vena

donde se fragua el destino

de los niños

repartido

en moldes de gelatina

para las tardes donde el ocio anuncia

con su pinchazo de alta paz

la inutilidad del trabajo.

Es ahora donde el poeta

toma el barro de las suelas

para crear lámparas

donde la luz pasta

la mortaja del silencio

como una babosa breve

que calca estrellas

en la obscuridad de su paso

es ahora

en que dios drogado

borda mis manos para rezar por siempre

una plegaria que llovizne pájaros

pájaros

que lleven párpados

a donde el sol

le quita la cáscara al llanto

y no hay carencia de techo

que lo cubra del dolor

es ahora


donde los dedos

se secan al peinar mi frente

las sienes que sostienen

esta piel que hoy es todo, nada y algo

más allá

vivero acaso

donde cada poro

trae metida una flor de niebla

que llora la rectitud de su muerte.

Busco una voz,

moneda con que trueque

el derecho al presente

y no se agote

mientras el tintero se infla

lleno de pezones como sílabas

que griten leche

con que amamante al silenci

o

es ahora

cuando pego esqueletos de cigarra

a mi cintura rugosa

para recordar que el hambre

puede vaciarse de su aire vacío

y la deuda puede saldarse

de su vacío tan lleno

porque la vela de lágrimas crece

en lugar de consumirse

y el nervio de su flama

estira su brote y siembra sombras

en el surco del labio

para dar frutos negros

que paguen la deuda de luz

que me cegó por un instante.

Cae, el trineo del desvelo

jalado por parvadas de zancudos

porque las mariposas nacidas

bajo el signo de Leo

aletean rugidos

en la sabana

de las túmidas ojeras

por eso

habrá que desenterrar la bandera

escondida en la cordillera del silencio

siempre el silencio:

hipnótica telaraña de agua

tejida por las madres del incienso

que arrullan mi muerte en su pesebre


mostrándome su rostro de paja movediza

por eso

hago gárgaras de abrazos

para rociar la perpetuidad

de la mortalidad dulce

que me rodea con su listón de pirámides

y me habla del amor obscuro

que es esta piedra laja

tapándome el cadáver de calcio

por eso

abro rajas

con el filo del verso

donde la glándula del perfume

secreta trinos en la garganta

y voy

con que el barro se ha clavado a los zapatos

para sellar acuerdos con la muerte

a cada paso acumulado,

los enemigos

muestran sus colmillos

ascendiendo del lodo podrido

encerrados en hostias

como burbujas negras

que apuntan las pupilas

necios:

la muerte ya estaba en mí,

sus bacterias de diamante

me cubren el corazón de piedra llovida

y en los agostos tropicales

me redimen el vuelo

en la resurrección de las cigarras.

Granuja revista / 2021
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