Ojos para el desacuerdo / Juan Berdeja

11.05.2021

No haré aquí crítica literaria, pero sí hablaré de literatura. No hablaré tampoco de poesía, pero sí del gesto poético. No voy a contarle, lector, mi lectura de Esto que escribes no es poesía, mas diré que es un texto que, como los buenos libros, lee la realidad, se la apropia, la transfigura (¿la mastica?) y la entrega para que alguien la use como gafas para asomarse al mundo. Eso sí. Menos aún cometeré el atentado a la decencia y al buen gusto de hablar del que puso su nombre en la primera página de este libro. Ni lo conozco. No. Hablaré del pretencioso que opina qué es poesía, el que sí sabe qué es la poesía. Autor Real de esto que usted va a leer. El Verdadero Autor Intelectual de este crimen que tendremos a mal llamar libro no es Barrón, sino aquél que tuvo a bien decirle a Barrón que no se ande con cosas, que no engañe a la gente disfrazando un relato de poema (¿bajeza imperdonable?). Hablaré entonces del Creador del texto, del Primer motor de este conjunto de ejercicios de escritura: el que dijo "esto no es poesía" y dejó caer, por fin, el arma de Damocles. Alguien, pongamos por nombre Elías y por apellido Barrón, fue atacado por la inspiración. A todos nos pasa. Es un accidente, vaya. Se le ocurrió jugar al collage. Jugar al poeta. Jugar a la literatura. Jugar a que alguien lo lee. Eligió palabras casuales e hizo un texto literario. O no: ese alguien, póngase por caso algún Elías de apellido Barrón, eligió con todo cuidado sus materiales poéticos. Y ahí va con su poema medido (¿metido?) bajo el brazo. Leyó lo que consideraba poesía a un público dado. Y alguien del público, digamos algún idiota, opinó (el que opina es siempre idiota, no nos equivoquemos). Y se le ocurrió decir que lo que el tal Elías escribió, presa de la inspiración, "no es poesía"... 

Y todo, para decirlo mal y rápido, se fue al carajo. Tuvo lugar el gesto artístico...¿Uno qué culpa tiene? Nos vemos así en la necesidad de hablar sobre el gesto artístico de ese que podría llamarse Elías Barrón... o Elías Borrón ("ya lo han llamado así, pero no por mí", le dijo Gandalf a Frodo para hacer una linda elipsis sobre Gollum), pero no es él quien importa: a otro(a) se le ocurrió que el autor de este libro no escribía poesía, se lo dijo y se desató este lío en que ahora estamos todos. Se abrió la boca del Infierno y ahora todos queremos que los demonios se vayan y regresemos a los tiempos en que Barrón sabía o pensaba que sabía qué es poesía. Queremos volver al día en que ese alguien idiota, autorizado por no sé qué otros idiotas, le dijo al alguien Barrón que no hizo poesía ese día... 

El verdadero autor de este libro, el Padre de todo, el Culpable, está ahora mismo muy acostado(a) en su cama, acaso cenó sabroso, y el alguien Barrón o Borrón, usted y yo fuimos todos tocados y manoseados por su opinión. Maldecidos fuimos. Cuando quien mal-dijo fue él/ella. Somos Legión. Ese alguien -muy a pierna suelta, hay que decirlo, muy irresponsablemente también- opina. Se cae El Cantador sobre el señor de las guacamayas. Meses después, aquí estamos el alguien Elías con sus Borrones, el alguien que este texto escribe y el alguien que lee. Ni modo. Por eso no hay que opinar: luego uno provoca el gesto artístico y acaba el mundo embarrado en su opinión. Tantita contención no viene mal. Obviamente, no es su culpa, lector. Tampoco es mía. Hubo una pelea en el bar de la vida literaria; usted y yo íbamos por una cerveza (una y ya) y nos encontramos de pronto en medio. Vuelan sillas, gritos agudos en endecasílabos, un título se le clavó en una mejilla: va a dejar cicatriz... Nadie mete paz, nadie dice "ya estuvo" y menos aún "ya déjalo, mira cómo lo dejaste, todo poeta." Nadie hace nada. Usted y yo pagamos las consecuencias... ¿Cuántos más, Peña? 

En la primera parte del resultado de los actos del Gran Autor, el alguien Elías se defendió como perico a toallazos. Se puso a reflexionar sobre qué es poesía, qué es la crítica literaria, cuáles son nuestros instrumentos disciplinares más chic y menos cool. Debo decir que casi agradezco que le hayan dicho al alguien Borrón que no hace poesía, no porque no la haga (¡a saber! ¡Y a saber qué es poesía!), sino porque le quedó muy inteligente esa réplica/trauma/ardor/venganza textual que el alguien Elías Barrón llama libro. Uno se divierte con las catorce mentadas de madre con las cuales el alguien Borrón hace réplica al Autor Verdadero. Bien. La segunda parte, Dicen que los changos, es muy lograda. Es la que me gustó más, pues. ¡A saber si es poesía! Pero sí es una mordida al Primer Autor (no se fue limpio, habrían dicho en mi telesecundaria). 

Resulta que la gente dice mucho y muy bien de los changos: que ejercitan las formas líricas, que se portan como verdaderos filósofos, que hacen operaciones mercantiles, que a lo mejor descienden de los filólogos. Si el alguien Barrón no hace poesía, sí tiene ingenio sobre las actividades ficticio-líricas de los changos. Conocimientos o competencias que le servirán mucho en esta vida. El Taller de minificciones también tiene lo suyo. Es esa parte de la trifulca de bar en que aparecen las amenazas "al topón" (¿todavía se dice así?); los "ya sé de dónde son, prro" y así. Bonitos mensajes de despedida, epístolas amorosas halladas en alguna cueva de Altamira. El alguien Elías le dice a Opinión que hay más de donde vino su libro con citas literarias clásicas, frases célebres (?) y dichos comunes del ámbito de la crítica. Que se prepare el Sabio Opinador, porque puede aparecer el Eso que escribes no es poesía vol. 2 y alguien, usted, yo, otros, podríamos encontrarnos otra vez en medio, narrando la pelea debajo de la mesa con un rótulo de Carta Blanca. A lo mejor ahora no es pelea de bar, sino incendio. Nunca se sabe. El volumen 1 de Eso que escribes no es poesía, como escribí al inicio y se puede intuir del título, ¿cómo decirlo? No es poesía, pero sí literatura. Pues no, no es poesía. ¿Y? (Lucerito dixit). Pero divierte como tal. 

Usted, lector, y yo desconocemos a Autor Opinión. No sabemos siquiera si existe o es un ardid técnico del alguien Elías para tirarse al suelo y que le vengan las patadas, pero sí sabemos y conocemos las consecuencias de sus actos: el libro. Literatura. Al final, todo libro es una respuesta o un insulto de bar, de cantina, de fiesta de quince años. Las demás definiciones son discutibles. Así pues, preste, lector, si es tan amable, sus ojos para el desacuerdo. Entran tres amigos a un bar. Viene un "¿qué me ves?" en la mesa de enfrente. Segregan las adrenalinas. Sensación aumentada del tacto y la vista mezclada con alerta. "Eso que escribes no es poesía." Chin. Y se arma la grande. Preste, por favor, sus ojos para el desacuerdo. El alguien Elías está enojado. Y sabe pegar.

Granuja revista / 2021
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