Méxxxico / Irma Lite
¡Cuánto te equivocabas, Ramón,
que México se escribe con una x
que tiene algo de cruz de calvario!
Méxxxico, si algo tiene esa triple condena
es su pornográfica violencia,
su lujuria visual,
su público, cual cacique gordo,
orondo de mañaneras,
escándalo, corrupción
feminicidio y telenovelas.
Una cruz para tus mujeres,
señal siniestra de carretera,
para tus vírgenes, putas, mártires
que con su sangre mantienen
Ecatepec, Tenancingo, Juárez
y las sed de las textileras.
Sangres en la casa familiar,
en el burdel clandestino,
en los abortorios secretos
donde un cirujano cristiano,
al terminar, con su pañuelo celeste
se limpia las manos.
Cuerpos apilados
en el archivero del procurador,
en los apandos de Santa Marta,
con la lenta esperanza del caracol.
Otra cruz para tus niños:
los que Duarte vacunó con su avaricia
y que con su sonrisa cobarde,
enseñando los colmillos,
nos recuerda que esta nación caníbal
se alimenta de sus hijos.
Niños ahogados en el río Bravo
o por el smog del periférico,
niños golpeados, atropellados,
los mismos niños que, aunque violados
por las sotanas púrpura del Episcopado,
no pueden ver dos gays besándose,
porque eso, eso sí es pecado.
Y una última cruz por todo el pueblo crucificado,
cristos morenos, cristos sin nombre,
cruces en las aceras, de ceniza, polvo y barro,
los que aparecen descabezados
o en el cráneo un plomo sembrado
por un kilo de coca o el coche recién pintado.
Cristos envenenados, desplazados
por las mineras canadienses,
de Chenalhó hasta el Gabacho,
por la falta de futuro
a las fauces de Amerikkkka y su maníaco.
Tus 43 cristos levantados
o los otros 10000 sepultados,
los que con sus cadáveres pudren los ríos
y el futuro más cercano.
Los que beben el fango seco de Texcoco
a la espera de que eso o el plomo
de Culiacán, Acapulco o Michoacán
acabe de una vez con todo.
Méxxxico, con tus tres cruces
herido, saqueado, vulnerado,
que por cada uno de tus muertos,
por cada uno de tus ejecutados,
dios, tu virgen, todo el panteón prehispánico,
se congracien con tus sacrificios
de tu tzompantli colapsado
y nos traigan un poco de paz
aunque, tal vez, no la merezcamos.