La unidad de lo doméstico

08.09.2021

Ottoniel Herso

México, Chalco, Estado de México. Mi nombre es Ottoniel Herso. Actualmente estudio la carrera de Biología y trabajo en un laboratorio de análisis clínicos. Me fascina el estudio de la naturaleza porque, a través de él podemos comprender el funcionamiento e interacción de lo vivo con lo vivo, y lo vivo con lo no vivo. Esta comprensión obtenida del diseccionar algunas incógnitas del entorno, para comprender una parte de nuestra realidad, es la misma fuerza motora que me impulsa a leer y escribir poesía. La diferencia es que, al estudiar biología, sano las dudas que acomplejan mi existencia, pero el bisturí en manos de la poesía abre heridas que me impulsan a abrir más heridas. Por ello, el transcurso de mis días se haya en el equilibrio entre lo vivo y lo muerto que entiendo a través de la biología y lo que puede revivir y matar en mí el bisturí poesía.

I

Todo hijo es una herida,

que late,

todo hijo es una herida

a la que se le asigna

nombre.


II

Fui un pez,

y en el vientre de

mi madre que fue un

mar anochecido, nadaba

en sueños de otro mundo,

tal vez de otra vida. Nací

doliéndole a mi madre,

mi primer gesto hacia

el mundo fue el de

un pez que tiene

que aprender a

respirar.


III

Se me otorgó nombre

con la intención de no olvidar

quien era,

lo que no supieron es

que nombrar a un ser

es volverlo un cuenco

en el que el mundo

deposita su ira y sufrimiento.


IV

Nombrar es domesticar,

identificarse y ser identificado

por un nombre, es la unidad

de lo domestico,

somos perros amaestrados

en domesticar a otros perros.

Tu nombre,

el mío,

el nuestro,

bocetos repetitivos de trazo

inservible, usado para reconocer

que tan buen cánido eres,

soy,

somos,

cuánto ladras,

cuánto soportas, con las garras,

rascar tus llagas de ayer henchidas,

de culpas ajenas infectadas,

qué tanto te dejas patear

hasta que el hocico

te sangre,

me sangre,

nos sangre,

sin dejar de mover alegremente

la cola, porque fuimos nombrados

para decirnos, mientras retomamos

el aliento en un rincón oscuro,

con algunas costillas rotas,

que somos buenos perros.

Granuja revista / 2021
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